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Blog NEURÓFILOS

LA NÁUSEA

La primera vez que leí este libro no entendí nada; al terminar solo pensaba en él como una bruma negra desde el inicio hasta más allá de la mitad y de más allá de la mitad recordaba poco. Puede ser porque en ese entonces leía con mucha prisa por el afán de aumentar la cantidad de libros leídos en el año o porque tenía varios otros textos pendientes. También estaba algo joven, posiblemente no había iniciado aún el proyecto de llevar un diario en el que escribiera con cierta regularidad hechos y pensamientos, junto a la cronología de las fechas. Así que en ese entonces terminé el libro, lo guardé y tuve la esperanza de olvidar por completo su existencia, pues pensaba no volverlo a leer. Varios años después, con una pandemia y cuarentena en medio, entre este libro y un libro que quería leer, escogí “La Náusea”. No fue precisamente masoquismo lo que me llevó a esta decisión, sino aquello que escuché alguna vez sobre leer libros difíciles, los que no se entienden, porque si se lee solo lo que se entiende sin mayor esfuerzo, nunca habrá gran avance. Así que le hice el feo a mi primera mala impresión y con algo de masoquismo empecé.


Vayamos a lo principal, este libro representa la borrachera que algunos tenemos todos los días al levantarnos desde hace un tiempo, quizá desde mitad de cuarentena, donde se pasa el tiempo sin ir a ningún lado, y la distinción entre un día u otro se vuelve difusa. Y es que hay algo importante que puede unir mucho al protagonista con el lector, está relacionado al tiempo, pero siendo específicos diría que es el ocio. Nuestro protagonista, el señor Antoine Roquentin, nombre que escasamente aparecerá en el libro debido a que está escrito como un diario del protagonista, es exactamente un ocioso. El señor Antoine tiene una pequeña fortuna que le permite practicar el ocio, pues usando su dinero moderadamente puede vivir toda la vida que le queda sin penas ni grandes privaciones. En ese tiempo de improductividad le ataca la náusea, el mareo existencial, la borrachera.


El libro empieza con el desenlace, el protagonista se ha curado de algo, no se sabe del qué y tampoco del cuándo superó esa “enfermedad”. Pues lo primero que se encuentra es una hoja sin fecha que rompe con la ubicación temporal del diario a pesar de tener la hora en que sucedió, esta no dice mucho, pues ocurrió en una noche entre otras muchas noches, puede incluso haberse curado en la noche que murió.


Después del fin inmediatamente viene el inicio. La enfermedad que sufre Antoine aparece de un cambio, pero él, no sabe exactamente qué ha cambiado. Ahora él vive dentro del cambio y no en su estado anterior. Súrgele entonces la necesidad de escribir con detalle lo cotidiano para comprender los acontecimientos, anotando cada aspecto relacionado a estos, en busca de determinar con exactitud el alcance y la naturaleza de ese cambio.


Es importante decir que por acontecimientos el protagonista se refiere a cómo él percibe el mundo, describir según su percepción la mesa, la calle, la gente, su paquete de tabaco. Por tanto, el acontecimiento principal no es lo que sucede sino la descripción de algo que ha cambiado, lo que ha cambiado es protagonista de lo escrito por Antoine. Sin embargo, en este ejercicio de intentar decir cómo lo veía antes y cómo ahora, que representa el cambio, llega a la conclusión de que no hay nada que decir, que es estúpido pues “se exagera todo, uno está al acecho, forzando continuamente la verdad.” (Pg. 9)Pero ¿qué es forzar la verdad? Si es intentar reconstruir una descripción de algo que se encuentra en el pasado y que se escurre sin pausa entre los dedos, entonces, forzar la verdad es manipularla pues el reconstruirla implica el esfuerzo de hacer algo de lo que ya no es, algo parecido a lo que fue, aunque nunca llega a ser aquello reconstruido lo que fue, y una verdad manipulada no es una verdad. Sin embargo, la falta de veracidad que puede tener Antoine al escribir no significa que mienta en su descripción, los objetos seguramente hacían algo parecido a tocarlo a él en lugar de él tocar los objetos. Nos muestra, más bien, el vestigio de lo que fue, al describir no miente a pesar de que su descripción se queda corta con relación a la realidad.


A medida en que se escurre el pasado entre sus dedos, deja de reconocer aquello que fue: “Hoy los extraños sentimientos de la otra semana me parecen muy ridículos: ya no me convencen.” (Pg. 11) Así pasa, a medida en que se aleja o se pone distancia con aquello que fue, llega la extrañeza. ¿Qué ha cambiado? Solamente ha transcurrido el tiempo y esa imposibilidad de convertir aquello que se escurre entre los dedos a algo completamente veraz, que no se desvanezca, aporta a que se vuelva extraño lo que una vez fue. Es muy curioso este intento de plasmar el acontecimiento, el cambio, como solución a “la náusea” que le ataca, pues las primeras dos hojas establecen la escritura como remedio y paradójicamente a la vez, parece que también es esta la que prolonga su enfermedad. Al darse por vencido en plasmar el acontecimiento puesto que siempre fuerza la realidad, por lo que termina siendo una actividad estúpida, se cura y en el momento después renuncia a escribir.


De este libro, además de lo ya dicho, resalto tres escenas, una del principio, otra del medio y la ultima cerca del final. La primera es muy particular porque muestra la angustia que le surge al protagonista por lo que ha cambiado y engancha al lector con aquella extraña manera en la que se relaciona con el entorno, ese no tocar las cosas, sino que las cosas lo toquen a él. Pareciera que siente cierto asco hacia los objetos, que antes no tenía, pues ahora el ser tocado en lugar de tocar implica un acto donde no media la voluntad de adentro sino una voluntad de afuera. Si el lapicero lo toca en vez de él tocar al lapicero, entonces el objeto vendría a ser él y no el lapicero; el protagonista es usado para escribir y no es él el que usa. Pero solo lo que es capaz de sentir puede tocar, del resto simplemente estaría ahí en sus manos sin que la cosa toque sus manos; la facultad que le atribuye a los objetos de tocar les da vivencia. Por eso la comparación que les hace con los animales vivos resulta interesante, primero porque es general, no dice que es como si personas le tocaran a través de las cosas, lo cual traería sus singularidades, sino animales en general. Podría entonces, al coger un lapicero sentir el tacto de una avispa o de una araña. Lo segundo también es importante, el que ese animal esté vivo o no marca una gran diferencia, pues no es lo mismo agarrar un lapicero como si fuera una araña muerta a como si fuera una araña viva y encima peor si es venenosa, puesto que hay cierto movimiento en lo vivo que puede resultar perturbarte a otro vivo, generándole asco. Entonces la vida choca con la otra vida en ese reconocimiento de que ambas comparten esa misma sustancia, de lo que tiene vida.


La segunda escena, está un poco más allá de la mitad del libro, es interesante porque el protagonista llega a ser demasiado consciente de su propia existencia, esto ocurre casualmente un lunes, y para deshacerse de esa horrible sensación del sentirse existido intenta dejar de pensar, (una pequeña referencia a Descartes). Pero se ve frustrado en el intento de pensar no pensar, esa lucha de la existencia para dejar de existir a través del pensamiento está perdida, pues cuando piensa el dejar de pensar, inevitablemente tiene ya un pensamiento que le impide el no pensar, porque piensa. Como el pensamiento es una clara evidencia de su existencia, entre más lo piense su existencia se le vuelve más tangible. Antonie entonces se resigna a cargar con su existencia, todo aspecto de la vida se le vuelve casi que indiferente, el estar en un lugar u otro es igual, en ambos pensará o será consciente de su existencia. Luego no solo es consciente de su propia existencia sino también de todas las existencias de alrededor y se mezclan en él como si le fueran propias. La existencia es una sola para todo. Hay un detalle puntual aquí, si bien piensa que lo mejor es liberarse de la existencia, para que haya menos, no considera el suicidio como solución o por lo menos no se mata, mientras que le hace el favor a una mosca de aplastarla, para liberarla de su existencia.


Por último, la tercera escena, aquella de la que entiendo menos, pero que considero relevante es en la que el protagonista al parecer empieza a comprender la Náusea: “Lo esencial es la contingencia” (Pg. 188) dice. Creo que empieza a hablar de Dios, como invento para superar la contingencia, es decir un ser necesario y causa de las cosas, pues asegura que todo lo que hay es gratuito o dicho de otro modo está y ya, ningún Dios, o ser necesario, puede explicar esta existencia. Pero este concepto de “contingencia” no lo tengo del todo claro, mi noción de esta es que puede ser o puede no ser, puede ocurrir o no, entonces ¿lo esencial es la posibilidad?

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