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Blog NEURÓFILOS

Me Contaron Que Andan Pescando Jóvenes

Actualizado: 17 sept 2021

Me contaron que andan pescando jóvenes, le dijo una señora a la otra en el MIO. Era uno de esos comentarios que no tienen que ir a ninguna parte ya que sólo sirven para intentar alguna charla mientras se llega al destino, como decir que hace calor, y pues sé que no debería meterme en conversaciones ajenas, pero me alarmé al escuchar que la policía eran quienes estaban pescando.


Creía que en este país los únicos que pescaban personas, eran la guerrilla con sus pescas milagrosas y los guardas de tránsito con sus pescas casi o igual de milagrosas, pero que la policía empezara a pescar era algo nuevo para mí. ¿Estos también querían pescar algo de dinero? ¿Quizá algunos días de descanso? ¿Vacaciones? Sí, lo sé, al hacer estas preguntas no estoy siendo justo, pues me baso en el accionar del Honorable Ejército de Colombia en sus años más oscuros, esos donde había que recoger café para no acabar en un hueco junto a otros que tampoco estaban recogiendo café, ya saben, los obreros, los tenderos, los escritores, los estudiantes, los profesores, que quizá tomaran café, pero que no lo recogían.


El MIO se detuvo ante el semáforo en rojo, y la otra con resignación y poco interés le respondió que sí, que a su hijo ya lo habían pescado. Ante su tono no pude evitar dirigirle una mirada, tenía canas, algunas arrugas y la resignación en el rostro, pero parecía calmada como si no le preocupara que a su hijo lo hubieran pescado. Sí, es lo que tiene ser joven, le respondía la primera mientras se ponía en marcha, nuevamente, el MIO. Eran iguales; además de físicamente, tenían la misma paciencia para responderse la una a la otra, mirando siempre al frente. Podría ocurrir un asesinato delante y mantendrían su mirada vacía, como ahora.


Pero señora, dije impulsivamente sin saber cómo continuar. Hubo un silencio mientras ordenaba mis pensamientos, sabía que algo estaba mal en la conversación, y no se me quitaba la mala sensación de sentirme en peligro. Bueno, pensé, no soy tan joven, quizá a mí no me pesquen. ¿Pero a qué edad se deja de ser joven? ¿Es el pasar de los años lo que me hace dejar de serlo? ¿Cómo saben que soy joven? Miré a las señoras nuevamente, seguro de que ellas no lo son. Tal vez sean las canas, quizá deba pintármelas como nuestros dirigentes, y si contorsiono mi cara lo suficiente podré hacer algunas arrugas, pero no sabría cómo imitar la resignación.


Bájese, escuché hacia el fondo, que le vamos a hacer una requisa. Al mirar ya había empezado el forcejeo entre tres uniformados y una chica. ¡Suéltela! Grité, nadie más lo hizo, y cuando uno de ellos se volteó, disimulé entre el resto de los pasajeros que para mi sorpresa no habían movido un solo músculo; todos parecían iguales, y no habían desviado la mirada ni para ver de reojo la algarabía que sucedía. El uniformado preguntó quién había gritado, mientras se acercaba. ¡Aquí! Dijeron sin mayor dificultad las dos señoras, tan sapas como el resto de los pasajeros que las imitaron sin moverse. ¡Aquí!, grité yo también, ¡El de canas! Seguí, con la esperanza de confundir al policía entre tantas cabelleras blancas, pues yo gritaba más fuerte.


Me acerqué a las puertas con cuidado, cuando el policía estaba a una persona de distancia, escuché el pitido y salí, al cerrar, el MIO arrancó de nuevo. No sabía en qué estación me había bajado, ni adónde iba, ni por qué en un principio me subí al MIO. Pero ella estaba ahí, con un uniformado a cada lado, siendo arrastrada.


(Cuento)

(Quizá haya continuación, compartan si les gustó... y vamos viendo)

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