Personas buenas, eso es lo que necesita este mundo. Creo que en eso estamos todos de acuerdo, pero el problema nace en lo que nosotros consideramos que es bueno. ¿De qué sirve estar de acuerdo con ciertas concepciones sobre el bien y el mal si no aceptamos que siempre hay al menos una antítesis a eso que nosotros creemos tener claro? En otras palabras, si estoy en una religión, por lógica debe de haber alguien en otro bando que no está de acuerdo con mi religión, llámese ateo, satanista o simplemente otra religión diferente a la mía que también cree que la suya es la “verdadera.” Agregando ese componente de la verdad surge ahora la pregunta que nadie ha podido responder por siglos ¿Quién tiene la razón si todos consideran estar por el camino de la verdad?
Pues bien, hablemos un poco sobre “la verdad.” Resulta que en los orígenes del término “verdad” este era un valor lógico matemático que se le asignaba a enunciados, pero no a cualquier tipo de enunciados, sino a los que son proposiciones. Este valor determinaba la veracidad “irrefutable” de ese enunciado. Por poner un ejemplo, yo podría ver nubes en el cielo y “proponer” enunciando lo siguiente ‘hoy lloverá’ y de acuerdo a lo que suceda en el día los demás determinarán si estuve en lo correcto con mi proposición o no.
Pero qué pasa con el ejemplo que puse. Si yo lancé la proposición y resulta que no llovió en todo el día, los demás pueden asumir que lo que dije es la antítesis de lo que sería la verdad, o sea es falso, pero también hay que entender que “falso” es un valor de verdad, es decir, lo asumimos como si fuera nuestra “verdad.” Sin embargo, y aquí viene lo complejo del asunto, si no llovió aquí pero sí llovió en China o en cualquier otra parte del mundo entonces yo sí tendría razón ¿verdad? He ahí una refutación a lo que los demás han puesto como su “verdad” sobre lo que yo he dicho. Puede que muchos no estén de acuerdo porque no especifiqué el lugar donde llovería porque los demás asumieron que sería “aquí” pero el enunciado no es así.
La vida sería muy simple si todo el tiempo estuviéramos hablando con proposiciones de las cuales podamos determinar su valor de verdad “irrefutable” y nos evitaríamos debates inconclusos o discusiones álgidas con las demás personas. Citando a la RAE, nos dice que la verdad es la “Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente” o sea, que somos nosotros los que construimos nuestras propias verdades y para ello usamos el lenguaje. A lo que voy es que nuestro discurso y entendimiento de este, es tan complejo y algunas veces tan polisémico o ambiguo que el valor de “verdad” se pierde porque hay tantos enunciados a los cuales se les puede asignar valores como hay muchísimos más a los que no. Además de que nuestra mente no está todo el tiempo cuestionándolo. Hay que aceptar que somos maestros en manejar el discurso.
Solo queda nuestra propia capacidad de razonar para determinar qué creemos y qué no, ver a través de esa ventana llena de anuncios y manipulación, que no siempre vamos a estar en nuestra burbuja de creencias teniendo la razón y que por más que deseemos que el mundo sea como queremos nosotros, no va a ser así. Por tanto la invitación es a que creamos en lo que creamos, llámese deidad, ciencia, Dios, nada etc. Que ese tipo de creencia o idea que nos hemos formado ojalá nos hagan sacar la mejor versión de nosotros mismos y no la peor. Lo grave es que no asumamos ni aceptemos que haya posturas distintas o chocantes a las nuestras porque los que iniciamos nuestro propio “infierno” aquí en la tierra debido a eso somos nosotros mismos. Más personas buenas eso es lo que necesita este mundo y es en lo que, se supone, todos estamos de acuerdo desde un inicio.
Por supuesto y como una de las muchas consecuencias va a haber gente que no esté de acuerdo con lo que aquí está escrito y puede sacar sus propias conclusiones y formar sus propias verdades.
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