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Blog NEURÓFILOS

ARTE INÚTIL

Crisis existencial o del Arte de Escribir

El hombre es “un objeto extraordinariamente vano,

diverso y fluctuante” (Montaigne I, 1).


He aprendido a estimar un arte que quizás no me sirva para la vida. Estudio una licenciatura en un área que parece no ser muy demandada, y aunque se supone que seré profesor de filosofía, la pedagogía no es lo mío. Yo quería ser abogado, estudiar derecho, luchar por la justicia. Oh, pobre muchacho incauto, tal vez si fuera lo suficientemente listo habría entrado a derecho, o se daría cuenta —sin necesidad de la licenciatura— que la justicia es difícil de definir.


Aun así, lo que quiero es ser escritor, escribo cuentos, ensayos, novelas, a veces. Realmente no importa la frecuencia con la que escribo, igual, nadie me lee. No he terminado ninguna novela aún, pero mis cuentos y ensayos rondan por ahí, en algún blog, con tantas visitas como la cantidad de veces que he revisado la página, esperanzado en tener algún lector, así sea uno que, por error o casualidad, haya dado con el sitio.


Pero… ¿merezco ser leído? No me refiero a compararme con los grandes literarios latinoamericanos o crear un nuevo género, uno propio, sino a ser leído lo suficiente como para vivir del escribir y poder mantener, al menos, el tipo de vida que llevo, al que estoy acostumbrado. Ahora entiendo eso que leí de algún escritor olvidado: “el arte es algo inútil”.

A veces me pregunto si podré ser policía o militar, una vez fracase como escritor, pero para entonces siendo joven, estaré muy mayor para aspirar a este tipo de vida. No soy lo suficientemente grande o fuerte para ser obrero, ni manejo un segundo idioma que me permita ser traductor, trabajar en un call center o en un hotel. Ver a mi hermano ganar dinero tocando la guitarra, hace que me pregunte si debí haberme dedicado a la música, la menos inútil de todas las artes, y seguramente si mañana veo que uno de mis amigos se vuelve un futbolista de elite, probablemente me pregunte si debí aspirar a ir detrás de un balón y no de un papel, aunque no sea algo que me guste.


Y es que, últimamente, voy de un oficio a otro, de habilidades a habilidades, preguntándome qué me sería más útil para la vida. Me avergüenzo al ver trabajar a los demás, mientras que yo leo libros y escribo algún que otro cuento que nadie leerá. La diferencia entre esto y aquello es que al final del día el obrero recibe un pago por su trabajo, el escritor no. El colocar ladrillo tras ladrillo no resulta ser igual al escribir palabra por palabra, página tras página, escrito por escrito. Pero la idea no es comparar dos oficios de forma que se discuta, la importancia de una sobre la otra o sobre el esfuerzo de cada una, sino mostrar que mientras una casa se puede ver si está bien construida a simple vista por su utilidad y confort, un escrito no tiene esa misma posibilidad. Además, el propósito de una buena casa es claro, mantenerse en pie, se le dé el uso que se le dé; y del escrito es ser leído.


Ahí ya tenemos un problema, mientras que una casa puede cumplir, una vez construida, su propósito sin necesidad de algo externo a ella, un escrito no cumple su función a menos que sea leído, y si nadie me lee, siguiendo a Aristóteles, el escrito no es un buen escrito, pues no cumple la función para la que fue hecho.


Aun así, sólo me queda seguir progresando en el arte que aprendí, el escribir. Dudo ser llamado para las fiestas; nunca he escuchado de un escritor contratado para un cumpleaños. Y es que ¿De qué sirve un escritor? Si los poemas que se dedican hoy en día tratan sobre perrear hasta el piso con unos cuantos acordes que se repiten, y encima, no tienen que pagar por ellos, están gratis casi por todos los medios disponibles. ¿Y quién lee cuentos, teniendo inmensas pantallas con las que saciar la imaginación? Ni la amistad, ni la familia ayudan al escritor, pues si este se empeñara en que sus amigos y familiares lo leyeran, acabaría peleado con todos. ¿En serio soy tan mal escritor como para que ni estos, ni aquellos que son mis más cercanos, me lean?


Pero, aunque no apoyen, los primeros en exigir son los más cercanos. Cuando inicié licenciatura, me preguntaron cuándo iniciaría el derecho, y tienen razón, hay que tener un plan B. El problema es planear todo el abecedario y aún no tener la certeza de tener lo suficiente para vivir. Y semejante cuestión asusta, pues anuncia una muerte inminente de hambre, deshidratación, frio. El futuro, siendo joven, da miedo, como si sólo hubiera una oportunidad de hacerlo bien, como si lo único que importara es lo útil. Aun así, careciendo de todo tipo de instinto de supervivencia, he aprendido un arte que, quizás, no me sirva para la vida, pero no lo dejaré porque lastimosamente no soy de los que piensa que lo bueno es lo útil.


(Escrito hace alrededor de 6 meses para un concurso, no pasó del primer filtro)

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